Restaurante La Salumeria, en Siracusa

Italia. Sicilia. ¿Qué puede fallar en materia gastronómica? Pues nada, por supuesto. Hay que poner muy poco empeño para comer bien en Italia, y en Sicilia, menos.

Una gastronomía basada en productos frescos, mediterráneos, kilómetro cero por definición e historia. En definitiva, un paraíso para el “gourmand”.

Tras diez días recorriendo la isla, la lista de lugares, de interesantes a extraordinarios que hemos disfrutado, es verdaderamente larga, pero nos parece especialmente destacar uno de esos sitios donde todo se alinea para ofrecer una experiencia gastronómico-vital única.

Se trata de una charcutería (Salumeria) de nivel, La Salumeria, que situada pegada prácticamente a las paredes del viejo mercado de la Ortigia, la parte más bella de Siracusa, lleva más de treinta años ofreciendo productos de primera categoría a sus clientes.

Pero lo que nos ocupa a nosotros, es que también disponen de un espacio lleno de mesas abigarradas, para unos 70/80 comensales, donde sirven de forma inteligente y con una belleza simple, fruto de esa sabiduría de marketing alimentario de los italianos, platillos y productos exquisitos.

El personaje que reparte las mesas y te hace creer que en 10 minutos estarás sentado (en realidad pueden pasar 30, 40 o 50) es Pipo, uno de los hermanos Burgio, extraído directamente de una película de Alberto Sordi. Grande, vocinglero, carismático…lo dicho, todo un personaje.

La comida fantástica, aún tratándose de productos, en su inmensa mayoría, fríos. Carpaccios de pescado de todo tipo, sabiamente mezclados con lechugas, aceitunas, aceites, quesos, encurtidos…y todo respirando autenticidad.

Nuestra recomendación: Cualquiera de las dos “taglieri”, es decir tablas, ya sea de mar o de tierra. Ambas son un espectáculo visual y de sabores. La burratta, espectacular y los bocadillos, deliciosos. Una jarra de vino de la casa, un ristretto y a disfrutar del encanto del lugar y de sus gentes a tu alrededor.

A destacar de la visita:

El color. El de los alimentos, el del mercado, el de la humanidad que allí se reúne, el del personal haciendo exquisiteces, el del cielo de Siracusa en verano…
La simpatía del personal, que son capaces de hacerte esperar casi una hora para sentarte, cambiarte de sitio dos veces y lograr que sigas manteniendo la sonrisa.